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  LUZ MALA  
  Cueros grabados, objetos, esculturas y poema.  
  Las obras de Luz Mala exploran la iconografía pagana en las festividades y mitos campesinos. Están presentes el cuerno como falo del macho cabrío,  
  los hierros de arado, la mitología de la granja y una poesía sobre las cosas sometidas a los ciclos del tiempo y las creencias del campo.  
  2017  
     
     
 
 
     
  Vista de la exposición en Mite Galeria. Feria Arco Madrid.  
     
     
     
 
 
  Clamor y cacareo
 
  Pintura y grabado sobre cuero.  
  173 x 96 cm.  
     
 
 
  Punta ufana  
  Hierro, piedra y hueso pintado.  
  133 x 47 cm.  
     
     
 
 
  Espectros en la hierba teñida  
  Pintura y grabado sobre cuero.  
  224 x 98 cm.  
     
 
 
 
Arcano yermo
Hierro, cuero, cadena, madera y soga.
115 x 85 cm.
 
     
     
 
 
     
  Taciturna y solitaria  
  Cartón, madera, soga, chapitas, cuernos de vaca, pintura.
 
  150 x 120 x 45 cm.  
     
     
 
 
     
  Taciturna y solitaria (Detalle)  
  Cartón, madera, soga, chapitas, cuernos de vaca, pintura.  
  150 x 120 x 45 cm.  
     
     
     
 
 
     
 

Festín, amor y venganza.

 
 

Cartón, madera, soga, chapitas, cuernos de vaca, pintura y caracoles.

 
  160 x 77 x 50 cm.  
     
     
     
 
 
     
  Festín, amor y venganza (Detalle)  
  Cartón, madera, soga, chapitas, cuernos de vaca, pintura y caracoles.  
  160 x 77 x 50 cm.  
     
     
     
     
     
 

LUZ MALA

Aceite que cubre la tarde, y emana un recuerdo de botín,  que aparece y desaparece, detrás de la azulina cortina transparente por la que se divisa el llano horizonte.

Cosas del diablo dice el herrero,  cuando ve brotar de debajo de un árbol, el fétido silencio de chicharras que huyen .

El gallinero es un pozo que tiene el don de dios. 

Maldiga la noche oscura 

El campo cabreado abre las piernas  arrastrando la música grave de un amor alborotado.

Echada en la perspectiva, una canasta aclama a la providencia que la llene de huevos, para ofrecer al contingente de pantalones y blusas descoloridas, una vianda para la cena de la tarde. La pesada canasta de mimbre, vacía por años al rayo del sol, se vuelve pergamino seco a la espera de ser descubierta para contar su historia. Tiembla de impaciencia al viento, y es su fondo morada húmeda de escarabajos que recogen el brillo del sol para dirigirlo a la oscuridad,  como los esclavos encadenados al interior de una olla acarrean su propio peso.

Una mujer aguarda la llegada de la fruta que se acerca, una vez al año,  prometiendo regresar el siguiente verano. 

Las súplicas se acumulan en cintas de colores rojo, verde, amarillo y blanco.

 
     
     
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